Por: Charles Spurgeon
«Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?» (Lucas 23:31). Entre otras cosas me parece que quiso decir: «Si Yo, el inocente sustituto de los pecadores, sufro así, ¿qué se hará con el propio pecador —el árbol seco— cuyos pecados son propios y no meramente imputados a él, cuando caiga en las manos de un Dios airado?» ¡Oh, ustedes, hombres y mujeres no regenerados —y no hay unos pocos aquí ahora— recuerden que cuando Dios vio a Cristo en el lugar del pecador, no lo perdonó, y cuando los encuentre sin Cristo no los perdonará a ustedes!
Ustedes han visto a Jesús cuando es llevado por Sus enemigos; así serán arrastrados por diablos al lugar asignado para ustedes. «Entréguenlo a los verdugos», fue la palabra del rey en la parábola; y esta palabra será cumplida para ustedes: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles».
Jesús fue abandonado por Dios; y si Él, que solo era un pecador por imputación, fue abandonado, ¿cuánto más lo serás tú? «Eloi, Eloi, lama sabactani», ¡qué terrible queja! Pero cuál será tu grito cuando digas: «¡Buen Dios! ¡Buen Dios! ¿Por qué me has desamparado?» Y la respuesta vendrá a ti: «Porque he llamado, y tú rehusaste; he extendido mi mano, y ningún hombre miró; sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis». Esas palabras son terribles, pero no son mías; son las propias palabras de Dios en la Escritura.
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