Por: Charles Stanley
Leer: 2 Timoteo 2.24-26
Cuando escuchamos la frase “servir a Dios”, solemos pensar en actividades como enseñar en la escuela dominical o visitar a los enfermos. Pero lo más importante de un siervo del Señor es su carácter. Aunque el pasaje de hoy se refiere a los pastores, también se aplica a cada creyente.
Quienes sirven a Dios no deben ser pendencieros, sino que deben mostrar bondad y paciencia cuando sean agraviados. Con frecuencia, queremos defender nuestra opinión y luchar por nuestros derechos. Y si nos sentimos ofendidos, nos apresuramos a tomar represalias o a guardar rencor. Pero Pablo nos aconseja que ejerzamos dominio propio y respondamos con el fruto del Espíritu (Ga 5.22, 23).
Dios quiere que sus hijos sepan cómo instruir y corregir a otros con mansedumbre (2 Ti 2.25). Todos los creyentes, incluso aquellos que no están específicamente dotados para enseñar, deben ser capaces de transmitir las verdades bíblicas, explicar el evangelio y corregir con sabiduría a los que han creído en falsas enseñanzas.
Por último, debemos orar por quienes no conocen a Dios, pidiéndole que les guíe al arrepentimiento y al conocimiento de la verdad. Solo el Señor puede salvar, pero utiliza la respuesta piadosa de sus hijos para abrir puertas.
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