Por: Charles Stanley
Los valores de Cristo no se parecen a los del mundo, por eso entender quiénes somos como hijos de Dios puede ser difícil (Ro 8.16, 17). Puesto que la mentalidad del mundo es poderosa, resulta fácil perder el rumbo mientras buscamos la vida abundante que el Padre celestial promete. Si eso ocurre, la libertad que esperábamos en Cristo puede verse afectada por el peso del pecado, entre ellos la preocupación.
La ansiedad surge cuando las cosas van mal y pensamos que la única solución depende de nosotros. Elaborar un plan de acción puede parecer el camino hacia la paz, pero nunca nos liberará de nuestros miedos.
El Señor Jesucristo es el único que nos libera de las preocupaciones (Mt 6.25-34). Pero debemos someternos continuamente a su cuidado para que podamos estar tranquilos, con la seguridad de que, sean cuales sean nuestras circunstancias, Él siempre nos ayudará, tal vez no de la manera que esperamos, pero sí de la forma que nos ayude a acercarnos más a Él, la única fuente verdadera de paz.
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