Por: Charles Spurgeon
La paz os dejo, mi paz os doy. Juan 14: 27
Pablo describe la paz como un apresto. Pues él dice: «Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz». Nos capacita para andar sobre los agudos pedernales del dolor e incluso sobre víboras. Nos da poder para caminar sobre las espinas de este mundo sin que nuestros pies sufran cortaduras; caminamos sobre los fuegos y no nos quemamos. Este divino apresto de la paz nos permite caminar sin cansancio y nos permite correr sin desmayar. Yo puedo hacerlo todo cuando mi alma está en paz con Dios.
Cuando mi espíritu está en paz con Dios, no hay ningún sufrimiento que mueva mi alma al dolor, no hay terrores que hagan palidecer mis mejillas, no hay heridas que me fuercen a un temor ignominioso.
Convierte al hombre en gigante: hace crecer a un enano hasta alcanzar el tamaño de Goliat. Se vuelve el más poderoso de los poderosos; y mientras los débiles se arrastran sobre esta pequeña tierra, inclinados hasta el propio suelo, él la recorre como un Coloso. Dios lo ha hecho grande y poderoso, porque Él ha llenado su alma de paz y de gozo desbordantes.
Les podría decir otras cosas acerca de los benditos efectos de esta paz, pero estoy satisfecho después de haber indicado simplemente que esta paz da intrepidez ante el trono y el propiciatorio del Padre.
Sentimos que hemos sido reconciliados y, por lo tanto, ya no estamos alejados, sino que nos acercamos a Él, inclusive hasta Sus rodillas. Desplegamos nuestras necesidades ante Él, suplicamos por nuestra causa, y descansamos confiando en el éxito, porque no hay enemistad en el corazón de nuestro Padre hacia nosotros, ni tampoco en nuestro corazón hacia Él. Somos uno con Dios y Él es uno con nosotros por medio de Jesucristo nuestro Señor.
RECOMENDADO → Recurriendo a Cristo (Parte 2) – Charles Spurgeon
Puedes seguirnos en , Messenger,Facebook, Telegram o Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.