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Por: Charles Spurgeon.

Sir Walter Raleigh solía decir lo siguiente: «Si todas las historias de los tiranos, la crueldad, la sangre, la concupiscencia, la infamia, fuesen todas olvidadas, todas estas historias podrían ser escritas de nuevo partiendo de la vida de Enrique VIII».

Y yo podría decir por vía de contraste: «Si toda la bondad, todo el amor, toda la mansedumbre, toda la fidelidad que hayan existido jamás fueran borrados por completo, todos podrían ser escritos de nuevo partiendo de la historia de Cristo».

Cristo es lo único que ama el alma del cristiano; el cristiano no tiene diversos objetivos, no tiene dos amantes; habla de Él como de alguien a quien ha  entregado su corazón entero, y nadie más participa de esa entrega. «Oh tú a quien ama mi alma».

Respondan, hermanos y hermanas, ¿amamos a Cristo de esta manera? ¿Le amamos de tal forma que podamos decir: «Comparados con nuestro amor por Jesús, todos los otros amores no son nada»? Es cierto que poseemos esos dulces amores que vuelven a la tierra muy querida para nosotros; efectivamente amamos a nuestros parientes según la carne, pues estaríamos por debajo de las bestias si no lo hiciéramos.

Pero algunos podemos afirmar: «Nosotros, de cierto, amamos a Cristo más que al esposo o a la esposa, al hermano o a la hermana». Algunas veces  podríamos decir con San Jerónimo: «Si Cristo me ordenara ir por este camino, y si mi madre se colgara de mi cuello para llevarme por otro camino; y si mi padre estuviera en mi senda, implorándome de rodillas y con lágrimas en los ojos que no fuera; y si mis hijos, aferrados a mis piernas, buscaran conducirme por otro camino, yo me soltaría de mi madre, empujaría al suelo a mi padre, y haría a un lado a mis hijos, pues debo seguir a Cristo».

No podremos decir a quién amamos más mientras no entren en conflicto. Pero cuando llegamos a ver que el amor de los mortales requiere que hagamos esto, y el amor de Cristo, que hagamos lo contrario, entonces sabremos a quién amamos más.

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Un comentario en «¿En verdad amamos a Cristo? – Charles Spurgeon»

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