Por: Stephen Charnock (1628– 1680).
«Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él» (cf. 2 Cr. 16:9).
Si no libera a los creyentes de las aflicciones, estará tan presente en cuanto a que puedan sobrellevarlas, para que Su gloria sea difundida a partir de ellos, y Su gracia sea iluminada mediante ellos.
¡Qué gran hombre fue Pablo cuando fue encerrado en la prisión, o arrastrado a los tribunales de la judicatura, cuando lo laceraron con varas o lo cargaron con cadenas! Y luego mostró los mayores milagros, hizo temblar al juez en el banquillo y le puso freno al corazón del carcelero; tan poderosa es la presencia de Dios en las presiones de Su pueblo.
Esta presencia supera todos los otros consuelos, y es más valiosa para el cristiano que lo que los graneros de maíz o las bodegas de vino pueden ser para un hombre codicioso (cf. Sal. 4:7) —esta presencia fue la fortaleza de David en el motín de sus soldados (cf. 1 S. 30:6). ¡Qué consuelo es esto en el exilio, o en una deserción forzada de nuestras habitaciones! Los buenos pueden ser desterrados de sus países, pero nunca de la presencia de su Protector.
No se puede decir de ningún rincón de la tierra, ni de ningún calabozo en una prisión, Dios no está aquí. Si fueron expulsados de sus países a mil millas de distancia, no se encontrarán fuera del recinto de Dios —Su brazo está allí para abrigar al piadoso, así como para arrastrar fuera a los malvados.
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