Por: Stephen Charnock (1628– 1680).
La omnipresencia de Dios es un consuelo en las intensas aflicciones. Los hombres piadosos obtienen consuelo de esta presencia en sus desagradables cárceles y tribunales opresores; en las aguas desbordantes o en las llamas abrasadoras Él todavía está con ellos (cf. Is. 43:2).
Y muchas veces Su presencia evita que el arbusto se consuma, cuando parece estar todo en llamas. En las aflicciones, Dios se muestra más presente, cuando los amigos están más ausentes: «Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá» (Sal. 27:10 BLPH), entonces Dios se inclinará y me mantendrá en Su protección, o «me recogerá» (en hebreos), aludiendo a aquellas tribus que debían ir a la retaguardia en la marcha de los israelitas, cuidando de que
nadie quedara atrás y expuestos a la hambruna o a las fieras o de alguna enfermedad que los deshabilitara para mantener el ritmo con sus hermanos.
Aquel que es el santuario de Su pueblo en todas las calamidades, está más presente con ellos para socorrerlos que lo que pueden estar presente sus adversarios con ellos para afligirlos (cf. Sal. 4:2), una ayuda presente en el tiempo de angustia.
Él está presente con todas las cosas para este fin. Aunque Su presencia sea una presencia esencial con respecto a la inmensidad de Su naturaleza, el fin de esta presencia en cuanto a lo que es para el bien de Su pueblo, es una presencia voluntaria. Es por el bien del hombre que está presente en el mundo inferior, y principalmente para el bien de Su pueblo, por cuya causa Él mantiene el mundo.
ARTÍCULO RELACIONADO→ El consuelo de la Omnipresencia de Dios (Parte 2) – Stephen Charnock
Síguenos en nuestras redes sociales! Si te gustaría obtener más información, noticias, artículos, videos y palabra de Dios puedes seguirnos en nuestra página de Facebook, nuestro canal en Youtube y en Telegram. ¡Bendiciones!