No olvides compartir ...

Por: J. C. Ryle

Señor, he aquí el que amas está enfermo. Juan 11:3

Estos versículos nos enseñan que los cristianos verdaderos pueden enfermar exactamente de la misma forma que los demás. Leemos que Jesús «amaba» a Lázaro de Betania y que este era hermano de dos mujeres de santidad reconocida.

¡Y, sin embargo, Lázaro estaba mortalmente enfermo! No cabe duda que el Señor Jesús, que tenía autoridad sobre todas las enfermedades, podía haber evitado su enfermedad si lo hubiera considerado oportuno. Pero no fue así. Permitió que Lázaro estuviera enfermo, sufriera y languideciera como cualquier otro hombre.

Esta es una lección que no debiéramos olvidar jamás. Viviendo como vivimos en un mundo plagado de enfermedades y muertes, tarde o temprano la necesitaremos. La enfermedad, por la propia naturaleza de las cosas, siempre es una prueba para la carne y la sangre.

Nuestros cuerpos y nuestras almas se encuentran extrañamente entrelazados y, casi con toda certeza, lo que aflige y debilita al cuerpo también  afligirá la mente y el alma. No obstante, debemos recordar que la enfermedad no es señal de que Dios esté enojado con nosotros; no, es más, por regla general la sufrimos para bien de nuestras almas. Propende a apartar nuestra mirada de este mundo y dirigirla hacia las cosas de arriba. Nos lleva a nuestras biblias y nos impulsa a orar más.

Pone a prueba nuestra fe y paciencia y nos muestra el verdadero valor de nuestra esperanza en Cristo. Nos hace ver a tiempo que nuestras vidas no son eternas y prepara nuestros corazones para el gran cambio que experimentaremos. Tengamos paciencia y ánimo, pues, cuando suframos una enfermedad. No creamos que nuestro Señor Jesús nos ama menos cuando estamos enfermos que cuando disfrutamos de salud.

ARTÍCULO RELACIONADO → El provecho de la aflicción (Parte II) – Thomas Watson


Puedes seguirnos en WhatsApp, Facebook, Telegram o Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.


No olvides compartir ...
2 comentarios en «Las pruebas nos fortalecen – J.C. Ryle»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

× Recibe nuestros artículos