Transcripción del video:
John, tu experiencia con el exorcismo y la demonización no es de ninguna manera extensiva. Pero tuviste una experiencia significativa en los primeros años de tu pastorado. ¿Podrías relatarnos esa historia y compartir algunos principios que serían de ayuda para nosotros?
Sí, claro.
Quizás antes de contar la historia, tal vez debería decir que siempre que referimos a una experiencia como extraordinaria, la gente tiende a pensar en esas categorías cuando piensan en el diablo. Y el Nuevo Testamento, me parece a mí, muestra al diablo no principalmente haciendo cosas extraordinarias sino haciendo cosas muy ordinarias, fatales, horribles. Disparando flechas a nuestro corazón. El levantar el escudo de la fe y extinguir los dardos ardientes del diablo son cosas que debemos hacer cada día en la vida cristiana. El diablo está activo diariamente en la vida de los cristianos. Danos hoy el pan nuestro de cada día y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal o el maligno. Esa es una oración diaria. Entonces, aunque voy a contarles una historia rara, que la gente debe estar lista, alerta, y preparada para enfrentar, nosotros tenemos un enemigo que cada día está tratado de destruirnos y por lo tanto, el estado firme de nuestro uso de la Biblia y la oración con nuestro Jesús es la manera de vivir.
Entonces. Recibí una llamada hace mucho tiempo. No he tenido una experiencia como esta en 20 años. Era tarde en la noche y habían unos estudiantes universitarios de nuestra iglesia en un apartamento. Y habían acorralado a una mujer que decían estaba poseída por un demonio y no querían dejarla salir porque querían que ella fuera liberada. La amaban y no querían que saliera a la calle en la condición en la que estaba. Nunca había recibido una llamada así. Nunca había experimentado algo así. No tenía experiencia fuera de leer mi Biblia. No dudé que me estaban diciendo la verdad. Ellos querían que yo fuera. Entonces llamé a Tom Stellar. ¡La Biblia dice que los discípulos fueron enviados dos por dos! Tom vivía en la planta baja entonces fuimos juntos, orando en el camino.
Cuando llegamos nos recibieron y aquí estaba esta mujer joven en sus veintes, supongo, y se miraba muy dura y enojada. Tenía una mirada penetrante. Oscura en su cara. Y dijeron sus amigos, no recuerdo cuántos habían, tal vez tres o cuatro, y dijeron, “Así no es ella. Esa no es su voz. Esa no es su cara. Ella está poseída”.
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¿Qué harías tú?
Entonces, saqué mi Biblia pequeña que tenía conmigo y empecé a leer, no recuerdo que leí, creo que, no recuerdo que leí empecé a leer una porción de la Escritura. Y por las próximas dos horas, aproximádamente, ella gritaba y venía hacia mí, me tumbó la Biblia de las manos, y en algún momento ella sacó un cuchillo, una pequeña navaja, con una hoja de este tamaño. Y aún tenía puesto mi abrigo de invierno, por lo que estaba agradecido. Porque pensé “si ella me apuñala con eso, no me matará”. Y observé que se acercaba a la puerta, tratando de salir, y ellos se paraban en frente de ella, y ella les hacía así. Nunca les apuñaló pero los amenazaba y ellos no se movieron. Yo estuve totalmente animado por estos estudiantes universitarios quienes estaban arriesgando su salud, a lo mejor, para ayudar a esta mujer.
Entonces seguí leyendo y el lugar donde llegó a una crisis fue cuando empezamos a cantar. No recuerdo quién lo empezó. Pero cantamos “Aleluya, aleluya, aleluya”, cantamos aleluyas. Y entonces, cuando terminamos las aleluyas, la gente empezó a inventar letras para la canción. Tú eres Señor, Jesús. Solo declaraciones acerca del reinado de Jesús. Y ella se enloqueció. Y se tiró al piso, sacudiéndose, gritando que Satanás no la dejara. Y luego quedó inconsciente.
Quedamos anonadados. No sabíamos si estaba viva o muerta. Nos habíamos arrodillado alrededor de ella en los últimos momentos antes de que se desmayara y continuamos cantando y cantando. Y cuando terminó, ella se despertó y lucía completamente diferente. Su cara era diferente. Su voz era diferente. Ella no recordaba lo que había hecho. Le di mi Biblia y le pedí que leyera Romanos 8. Leyó todo Romanos 8. Y así la dejamos.
Luego ella empezó a venir a la iglesia. Vino por varios meses. Se sentaba en la segunda fila. Recuerdo mientras predicaba pensar “¡Uy! Esto se podría poner feo. Si algo pasará en la iglesia sería una escena”. Se quebró la pierna jugando fútbol, lo recuerdo porque la fui a visitar en el hospital. Tuve este ministerio con ella por meses, después de esta experiencia y empecé a hacerle preguntas sobre esta experiencias y ella me dijo, “si usted solo supiera las cosas satánicas que yo antes hacía donde vivía”. Y me contó cosas que no repetiría porque la arrestarían.
Esa es la única y la más extraordinaria experiencia que he tenido. He visto cosas que pienso que probablemente es demoníaca pero no estoy lo suficientemente seguro para afirmarlo.
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Yo diría que cuando oramos por los demás y no estamos seguros, debemos pedir discernimiento. El discernimiento es un don del Espíritu Santo. Y debemos orar que Dios libere a personas de Satanás. Pero no me apresuraría al ver a alguien y decir, “¡Te reprendo! ¡En el nombre de Jesús y expulsó este demonio de la lujuria que puedo ver en tus ojos!”. Creo que es una suposición que debemos ser muy lentos de asumir. He tratado de orar por gente con otras personas que son así y pienso que se pueden poner fuera de control.
Creo que vamos avanzando mientras lidiamos, oramos, y hablamos, y luego ellos se ponen muy agresivos y empiezan a nombrar todos los demonios que piensan que tienen, hasta que hay un demonio para cada pecado posible que exista, y ya no hay espacio para luchar con el pecado carnal, que debe ser mortificado. Todo es un demonio que debe ser expulsado. Creo que debemos evitar ese tipo de exceso.
Tomado de Coalición por el Evangelio.
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