
Por Gerson Cruz
El pasado viernes 23 de octubre, después de meses de discursos y de sobrellevar pequeñas y grandes decepciones, finalmente llegó a su conclusión el estado expectante de Bolivia cuando se anunció oficialmente quién sería nuestro próximo presidente y que hoy fue posesionado. Ante esto, se hizo evidente que la política despierta pasiones y disputas tanto externas como internas, aun en los núcleos de las familias más pequeñas, que generan un ambiente de tensión.
Al final de todo este proceso se puede observar tanto la alegría, el regocijo y la emoción de unos como también la tristeza y preocupación de otros. La realidad es que nuestro país ha sido fuertemente dividido – aún más si es que ya lo estaba – por estas cuestiones políticas y es muy probable que muchas relaciones de amistad, o familiares se hayan visto afectadas por las diferentes posiciones políticas, lo cual no nos extraña en un contexto secular, pero ciertamente el escenario debería ser distinto en la iglesia del Señor. En este tiempo hemos visto cuánto necesitamos la gracia de nuestro Dios, ya que muchas veces somos rápidos en comentar y responder y lentos para reflexionar en humildad en especial cuando hacemos uso de las redes sociales para expresar comentarios descuidados u opiniones airadas… “Pero” (un dulce pero), aún hay gracia y perdón en nuestro amado Salvador y es necesario no olvidar aquello, ya que nos recordará que no somos infalibles y perfectos en todo lo que hacemos, sino más bien estamos siendo santificados.
Como bien lo expresó el pastor C.H. Spurgeon, hablando de sí mismo. “Mi querido amigo todavía soy un pobre pecador, y tengo que mirar a Cristo todos los días como lo hice al principio”. Todavía somos pecadores propensos a dejarnos llevar por nuestros afectos e impulsos y esta es una verdad que no deberíamos olvidar, de modo que podamos contenernos. Sabemos que las redes sociales pueden convertirse fácilmente en un lugar donde desenvainamos nuestras espadas y sin dudar las usamos. Sin embargo, el creyente debe tener una motivación más profunda que la de simplemente ganar un argumento. Que el Señor nos ayude no solamente a discernir el “porque” de las opiniones que expresamos sino también el “cómo” lo hacemos.
Decisiones ante un futuro desconcertante

Cuando nos encontramos frente a eventos importantes, como es el caso de las elecciones presidenciales, la incertidumbre sobre lo que vendrá crece. Y es así porque el futuro nos es desconocido y nos mantiene expectantes de lo que vayamos a tener que enfrentar como sociedad especialmente con la crisis sanitaria que estamos atravesando a nivel mundial. Este escenario tan complejo despierta inquietudes en unos y esperanza en otros respecto al accionar del próximo gobierno. Y ha sido con esa variedad de emociones que el pueblo boliviano acudió a las urnas.
Son incontables las razones por las que las personas decidieron votar por uno u otro partido político: seguridad económica, afinidad ideológica, política, identidad cultural etc. Sin embargo, como cristianos las razones prioritarias que guían nuestro voto son de otro tipo, no son con base en los intereses de este mundo, ni del yo, sino con base en los intereses del reino de Dios. Y esta realidad es especialmente difícil para la vida de los creyentes, que a los ojos de Dios son peregrinos y extranjeros pertenecientes a una patria mayor, porque al observar el panorama terrenal no hay promesas políticas que puedan satisfacer nuestra alma (1 Pe. 2:12). Solo las promesas de Dios pueden satisfacernos, y solo en ellas tenemos esperanza porque han sido hechas por aquel que es Fiel a cada una de ellas (2 Co. 1:20).
En un mundo donde la política se ha vuelto corrupta y sucia, y donde causa más sorpresa y asombro que los políticos actúen con transparencia y honestidad a que sean corruptos y malintencionados como acostumbramos ver, vemos como el pecado ciega a las personas que están en el poder. En este contexto en el que vemos tanta corrupción, abuso de poder, malversación de fondos, injusticias, etc, debemos recordar como cristianos cuales son los fundamentos bíblicos respecto a la relación del creyente con sus gobernantes en esta tierra.
Interceder por nuestros gobernantes
Uno de los pasajes que habla de manera directa sobre la relación entre creyentes y gobernantes se encuentra en 1 Tim. 2:1-2 que dice:
“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.
Permítanme considerar algunos detalles sobre este pasaje: primero, recordemos que los creyentes a quienes se dirigió el apóstol Pablo, no vivieron en un estado democrático como el nuestro. No fueron ellos quienes escogieron a sus autoridades, ni fueron parte del proceso que los llevó a ese puesto jerárquico. Sin embargo, a pesar de eso, el apóstol Pablo hace un llamado a que los creyentes intercedan por ellos.
Debemos notar también que la oración por las autoridades no está limitada a aquellos gobernantes que estén cumpliendo su deber de manera correcta (que de seguro los hay, aunque en número muy reducido), sino que en las peticiones de los creyentes estaban incluidas las autoridades injustas y paganas a las que tenían que someterse. Esto es algo notable del carácter del cristiano, que es capaz de orar por aquellos que los persiguen y amar a sus enemigos (Mateo 5:44). Y fue así para los cristianos que vivieron bajo la autoridad del imperio romano. Esta reacción ante la opresión sólo es posible como fruto del nuevo nacimiento, como consecuencia de haber experimentado el verdadero perdón y amor compasivo del Señor.
La oración tiene como parte de sus bases en sí misma el reconocer la soberanía de Dios y su gobierno absoluto mientras que al mismo tiempo reconocemos con humildad nuestra propia incapacidad, y el hecho de que no podemos alcanzar nada por nuestras propias fuerzas, o estrategias humanas. Por lo tanto nuestra petición es que, si bien nosotros no podemos controlar ni direccionar el corazón de nuestras autoridades, Dios sí (Pr. 21:1). Por eso acudimos en humildad, con súplicas para rogarle que ponga temor de Dios en los gobernantes, que los refrene de su maldad y que gobiernen de manera justa.
Dios siempre oye nuestras oraciones, pero no olvidemos que finalmente al concluirlas decimos “hágase tu voluntad”. Ante este reconocimiento de su voluntad y soberanía suprema debemos recordar que muchas veces Dios ha usado aun a gobernantes malvados que han aborrecido su nombre y se han opuesto a él, para purificar y probar a su pueblo. Así que es posible que oremos al Señor por gobernantes que tengan temor de Dios y a pesar de eso Dios decida en su soberanía darnos gobernantes malvados, cuyos corazones sean idólatras y lo aborrezcan. ¿Por ello Dios deja de tener el control? No, ni un solo segundo. Incluso en medio de esa situación Él tiene el control (Is. 46:9-10). Por ello podemos confiar en que incluso si los gobernantes arremeten contra su iglesia, las puertas del Hades no prevalecerán contra ella porque Cristo es su guardador (Mt. 16:18). Este llamado a interceder por las autoridades, no es sinónimo de consentir sus maldades sino un acto genuino y sincero de poner nuestra esperanza en el Señor.
Debemos depender completamente del Señor, y es por eso que el pasaje nos llama a orar a Dios por las autoridades, y no a orar a las autoridades. Muchos oran al César, le tienen gratitud y lealtad porque entienden que es él quien aparenta ser su proveedor, protector, etc. y hasta lo pueden ver como una figura paternal, llamándolo “papá”. Pero como creyentes sabemos que Dios, y no el César, es nuestro único y verdadero Padre que suple toda necesidad (Mt. 6:9). No presentamos nuestras plegarias delante de gobernadores impíos, ni muchos menos descansamos en ellos, sino que nuestra esperanza descansa en Dios. Y por eso clamamos a él para que tenga compasión de nuestro pueblo y que en su gracia no entregue a los gobernantes a sus mentes reprobadas más bien podamos vivir en un ambiente de paz en el que el evangelio sea proclamado.
Como creyentes sabemos que Dios, y no el César, es nuestro único y verdadero Padre que suple toda necesidad (Mt. 6:9).
Pastor Gerson Cruz
Someterse a las autoridades
Antes de explicar el fundamento bíblico que tenemos para someternos a nuestras autoridades, permítanme abordar un tema importante para contrastar la sumisión y la idolatría: es común ver que personas se declaran leales inamovibles a algún partido o personaje político, y están tan cegados que caen en la idolatría al punto de “endiosar” a líderes políticos, y seguirles incuestionablemente en todo lo cual es sumamente lamentable.
Si bien como cristianos sabemos que debemos someternos a nuestros gobernantes como lo veremos más adelante, también sabemos que de ningún modo podemos tener la actitud de aquellos que “endiosan” a los líderes. ¿Por qué? Porque nosotros no ponemos nuestra esperanza en lo que un hombre pueda hacer por nosotros. Nosotros sabemos que nuestro socorro viene de Jehová (Sal. 121:2).
Del mismo modo, tampoco es bueno que los líderes políticos se crean dioses o salvadores como ocurría con los Césares en los tiempos de la iglesia primitiva, y cuya actitud vemos en muchos líderes actualmente, incluyendo en nuestra amada Bolivia.
Pasemos a analizar algunos pasajes vitales sobre la sujeción a las autoridades:
Romanos 13:1
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”
1 Pedro 2:13-14
“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.
El primer pasaje nos enseña que las autoridades han sido puestas por Dios, lo que significa que Dios está por encima de ellos, y es Él quien está en control de todo lo que sucede. Y no como en ese tiempo pensaban los Cesares de ellos mismos, creyéndose dioses y demandando lealtad de parte del pueblo Por ende, el hecho de que las autoridades sean puestas por Dios no significa que ellas estén en el lugar de Dios.
Hemos sido creados para vivir dentro de un mundo de orden, sujeción y sumisión porque Dios nos quiere enseñar precisamente eso, que nosotros no somos quienes gobernamos cada aspecto de nuestras vidas sino que existe un orden establecido que en última instancia apunta a Dios mismo, a quien todos daremos cuentas. Para aprender esa dependencia y necesidad de Dios, él ha establecido un mundo de orden donde nos sometemos en múltiples relaciones como las mismas Escrituras lo describen, ya sea en el hogar, en la vida matrimonial, en el trabajo, o en la sociedad (Ef. 6:1-2; 5:21-23; 6:5-9; Ro. 13:1; 1 Pe. 2:13-14). En este contexto, es que se llama al cristiano a que se sujete y someta a los gobernantes de su país cuyo rol es garantizar el orden en la sociedad castigando a quienes hacen lo malo y premiando a quienes hacen el bien.
El llamado a sujetarnos a las diferentes autoridades, ya sean padres, maestros, jefes, autoridades policiales, gobernantes, etc. se dan dentro del marco de las Escrituras en todo lo que sea justo y bueno. Sin embargo cuando las autoridades actúan de forma contraria a la ley de Dios, e incluso requieren de nosotros que participemos en sus prácticas pecaminosas los cristianos pueden y deben decir con toda seguridad: “Es mejor obedecer a Dios, antes que a los hombres (Hch. 4:19; 5:29)”. Esas palabras tienen que seguir resonando en la iglesia a lo largo de toda la historia, y pienso que es un tiempo en el que muchos cristianos lo hemos olvidado.
Cuando las autoridades actúan de forma contraria a la ley de Dios, e incluso requieren de nosotros que participemos en sus prácticas pecaminosas los cristianos pueden y deben decir con toda seguridad: “Es mejor obedecer a Dios, antes que a los hombres (Hch. 4:19; 5:29)”
Pastor Gerson Cruz
Muchos defienden a capa y espada a su partido, pero el creyente tiene un compromiso y una lealtad a su rey, y a otro reino. Por ello, no debemos aplaudir a aquellos que hacen el mal, sino más bien indignarnos cuando vemos la idolatría, injusticia y maldad proviniendo de nuestros gobernantes. No participemos de su maldad dejando que el nombre de Dios sea blasfemado en sus ofrendas y sacrificios que se realizan a la creación (pachamama, etc). No hemos sido llamados a dar nuestras vidas por un partido político, sino por el evangelio de nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo.
Esperanza más allá de la política
Por último quisiera dirigirme a aquellos que han estado intranquilos por el panorama que nos tocará enfrentar como nación: más allá de que el escenario se pinte incierto y haya una preocupación latente por el peligro de seguir el camino de países como Venezuela o Cuba, o que haya una posible censura a la libertad religiosa como represalia por el uso de la religión con fines personales por parte de algunos actores políticos (lo cual es un pecado a los ojos de Dios), la inquietud no debe reinar en nuestros corazones. No permitamos, amados hermanos, que la preocupación nos quite la paz. No sabemos que traerá el mañana pero sabemos que la mano de nuestro Dios estará ahí como siempre lo ha estado.
Como creyente mi misión no ha cambiado, ni cambiará con el paso de ningún gobierno. El llamado a predicar el evangelio sigue estando en vigencia como siempre lo ha estado. Nuestra lealtad no le pertenece a ninguna persona, ni a ningún partido. Nuestra esperanza no descansa en ningún político sino en nuestro bendito Salvador Jesucristo. Y a la vez, por la gracia de Dios, podemos interceder por quienes gobiernan, para pedirle a nuestro Señor que refrene su maldad y no conduzcan al pueblo a la degradación moral, al odio, a la holgazanería o, mucho peor, a la idolatría. El Señor en su misericordia puede hacerlo si es voluntad, y aun si no lo hiciera, es Él quien nos dará la firmeza para serle fieles como lo fueron muchos otros antes que nosotros, que no temieron al horno de fuego, ni a los leones, ni a ser echados en prisiones, ni a perderlo todo excepto a Cristo (Dn. 3:12; 6:10; Lc. 21:12-13).
Queridos cristianos y pastores en especial, no olvidemos cuál es nuestro compromiso. No pensemos que el camino a la transformación sucederá por imposición política desde arriba[1] sino que parte de la predicación de la Palabra de Dios que da libertad, y vida. Y esa es nuestra tarea principal junto con la oración (Hch. 6:4). La transformación genuina no parte de las políticas de Estado, sino de que la iglesia vuelva a las Escrituras que es incluso capaz de transformar naciones enteras por el poder del Espíritu Santo. Como dice uno de los lemas de la reforma: POST TENEBRAS LUX, “después de las tinieblas la luz”: al igual que en el tiempo de la reforma que tuvo repercusiones a todos los niveles, incluyendo el político, vemos que la luz que rompió con las tinieblas no provino de la política, sino del compromiso con la predicación fiel de las Escrituras.
Nosotros como hijos de Dios, a quienes las Escrituras y el Espíritu Santo fueron dados, somos la luz y la sal para nuestra nación. Así que, hermanos, no perdamos de vista el llamado que Dios nos dio, que no depende del gobierno, ni de las circunstancias en las que nos encontremos. Sin importar dónde ni cuándo, somos la luz, por la gracia de Dios, que brilla en las tinieblas anunciando el evangelio y viviéndolo mientras vamos rumbo a nuestro verdadero hogar (Heb. 11:13; 13:14).
Gerson Cruz es pastor llamado por la gracia de Dios en la Iglesia Bíblica Monte de Sión en la ciudad de Cochabamba, Bolivia, es casado y padre de dos niñas.
Agradecimiento a Andrea Guachalla por revisar este artículo
Excelente comentario acerca del momento que estamos viviendo, muchas gracias Pastor, escribo desde Santa Cruz y me gustaría consultarle si tiene alguna iglesia en la ciudad de Santa Cruz?
Querido hermano Miguel. Efectivamente tenemos una iglesia que se esta plantando en la ciudad de Santa Cruz, la Iglesia Bíblica Sola Escritura. Sería una alegría que pueda visitar la iglesia. Le dejo el número del pastor Roberto que está allá y él con gusto le pasará la ubicación por GPS. Este es su número 67596845. Bendiciones del Señor.