Por Wiliam Gurnall
Conoce la Palabra de Dios lo que en el caso del laico puede ser un escrutinio diligente de la Biblia, en el del pastor puede constituir una negligencia. Ningún trabajador utiliza más sus herramientas que el pastor que excava en la mina de la Palabra. No basta con leer un capítulo de vez en cuando según lo permita el horario seglar, ni robar una hora de los estudios académicos para mirar la Biblia de paso.
Ha de ser el ejercicio normal, una labor esmerada. Todo lo demás debe inclinarse ante esta obligación.
Aunque conocieras todo lo escrito por Platón, Aristóteles y otros príncipes del saber mundano, si no conoces a fondo la Palabra de justicia, seguirás siendo indigno de ministrar, como el abogado no sirve para practicar la cirugía. No recomiendo, como hacen algunos fanáticos, que quemes todo libro que no sea la Biblia; pero sí que la prefieras a todos ellos. La abeja va porto do el jardín y lleva la miel de cada flor a la colmena; el pastor debe aplicar lo que saque de otras fuentes a la edificación de su conocimiento de la Biblia.
Los pastores somos solamente “hermanos menores” de los apóstoles. Cristo les legó dones a ellos, como el padre deja la herencia a su hijo mayor y su heredero. Pero nosotros tenemos que trabajar para ganarnos el pan. Como a Jacob le sucedió con el venado, su conocimiento de la Palabra les fue concedidos in buscarlo; pero si nosotros deseamos conocer la mente de Dios, tendremos que perseguirla con diligencia, siempre llevando con nosotros la oración mientras lo hacemos. Esto fue lo que encomendó Pablo a Timoteo: “Ocúpate en la lectura […].Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas” (1 Ti. 4:13,15).
¿Cómo crecerá espiritualmente el pueblo, si su pastor no está creciendo? ¿Y cómo crecerá él, si no bebe diariamente más de lo que vierte hacia afuera? Estudia y ora; ora y estudia. Pero no pienses haber terminado tu tarea cuando haya pasado el domingo. Respira y vuelve al trabajo, como el granjero que se sienta a descansar después de plantar una fila, para luego levantarse de nuevo y proseguir su tarea.
Se supone que un padre debe cuidar de sus bienes y su tiempo, y proveer para sus hijos. ¿No tendrá el padre espiritual un afecto parecido para con su pueblo? El llamamiento del pastor es duro, física y mentalmente, y si su congregación comprendiera esto, seguramente lo alentarían y le darían ayuda práctica. De otra forma, la comodidad del pueblo le obliga a salir al mundo a buscar pan para su familia cuando debería estar proporcionando pan para las almas de ellos.
Fragmentos extraídos del libro: “El cristiano con toda la armadura de Dios” de William Gurnall p. 861 -862
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