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Por Paul Washer.

“El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).

El quinto cargo: La invitación evangelística sin fundamento bíblico

¡Y   así  como  era  en  la  época  de  los  Wesley y  de  Whitefield,  es  ahora!  ¿Qué enfrentamos? La mayor parte del tiempo no es necesariamente  el bautismo  infantil, no es una confirmación estilo iglesia anglicana y católica, realizada por alguna autoridad eclesiástica. Lo que enfrentamos ahora  es la “oración del pecador”. Y  aquí estoy para decirles que si algo hay a lo cual le he declarado la guerra, es a la oración del pecador.

Sí, y de la misma forma como el bautismo infantil para salvación era, en mi opinión, el becerro de oro 23  de la Reforma, es la oración del pecador el becerro de oro actual de los bautistas,  de otros  evangélicos y de todos  los que  los han  seguido.  ¡La  oración  del pecador ha enviado a más gente al infierno  que cualquier  otra cosa sobre la faz de la tierra!

Quizá piensen ustedes: “¿Cómo puede decir semejante cosa?” Les respondo: Vayamos a las Escrituras  y muéstrenme, ¡por favor! Me encantaría  que me mostraran  dónde dice que alguien fuera evangelizado de esa manera. La Biblia no nos dice que Jesucristo vino a la nación de Israel y le anunció: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado, entonces,  ¿quién quiere  invitarme  a su  corazón? Veo  aquella mano  que se levanta”. Eso no es lo que dice. ¡Cristo dijo: “Arrepentíos  y creed el evangelio” (Mar. 1:15)!

La gente confía hoy día en el hecho de que alguna vez pronunciaron una oración, y alguien les dijo que eran salvos porque habían sido sinceros. En consecuencia, si uno les pregunta: “¿Eres salvo?” no contestan: “Sí, lo soy porque tengo los ojos puestos en Jesús y tengo evidencias poderosas que me dan la seguridad de haber nacido de nuevo”. ¡No! En  cambio  dicen: “Cierta vez dije una  oración”.  Ahora viven como  demonios,  ¡pero dijeron una oración! Oí decir de un evangelista que estaba exhortando  a un hombre  a hacer precisamente eso. Por último, el hombre se sentía tan incómodo que el evangelista dijo: “Está bien, hagamos una cosa. Yo oraré por usted y si eso es lo que le quiere decir a Dios, apriéteme la mano. ¡He aquí el poder de Dios!”

El “decisionismo”, la idolatría del “decisionismo”.  La gente cree que va camino al cielo porque han juzgado suficiente la sinceridad de su propia decisión. Cuando Pablo fue a la iglesia en Corinto, no les dijo: “A ver, ustedes no están viviendo como cristianos, así que volvamos a aquel momento  en su vida cuando dijeron aquella oración y veamos si fueron sinceros”.  No, dijo esto:  “Examinaos a vosotros  mismos  si estáis  en  la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Cor. 13:5).

¡Quiero que sepan, amigos, que la salvación es únicamente  por fe! Es gracia sobre gracia  sobre  gracia.  Pero  la  evidencia  de  la  conversión  no  es  que  meramente   uno examine su sinceridad en el momento de su conversión. En cambio, es el fruto continuo en su vida.

Oh, mis queridos amigos, ¡consideremos lo que hemos hecho! ¿Acaso no se conoce un árbol por su fruto (Mat. 7:20)? En la actualidad, 60% o 70% de los norteamericanos se creen convertidos, nacidos de nuevo. Pero, ¿damos muerte  a cuántos  miles de bebés por día? Y somos aborrecidos alrededor del mundo por nuestra  inmoralidad. ¡Así y todo nos creemos cristianos!

Y yo pongo la culpa de esto directamente  a los pies de los predicadores. He visto esto en  todas  partes.  Muchos calvinistas  y arminianos  tienen  algo en  común.  Es esto: la misma  invitación  superficial.  Hablan  mucho  de  muchas  cosas  y después  llegan  al momento de la invitación, y es como si todos perdieran la cabeza.

¿Pueden  imaginarse  acercarse  a  alguien  y decir:  “Dios lo  ama  y tiene  un  plan maravilloso para su vida”?

“¿Qué? ¿Dios me ama? Eso es buenísimo  porque yo también  me amo. Oh, esto es maravilloso” ¿Y Dios tiene un plan maravilloso? Yo también  tengo un plan maravilloso para mi vida. Y si lo acepto a él, quiere decir que entonces mi vida será la mejor de las mejores. Esto es absolutamente  maravilloso”.

Pero esto no es evangelismo bíblico. Le voy a dar algo bíblico en su lugar. Dios se acercó a Moisés, y “proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso  y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia  y verdad; que guarda misericordia  a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos,  hasta  la tercera  y cuarta  generación”  (Éxo. 34:6-7). ¿Cuál fue  la reacción  de Moisés? “Entonces Moisés, apresurándose,  bajó la cabeza hacia el suelo y adoró” (Éxo. 34:8).

La evangelización comienza  con la naturaleza  de Dios. ¿Quién es Dios? ¿Puede el hombre reconocer algo de su pecado si no tiene una norma con la cual compararse? Si no le decimos nada más que cosas triviales que inquieta la mente carnal 24, ¿podrá alguna vez ser llevado a un arrepentimiento auténtico y una fe auténtica?

1.No comencemos con: “Dios te ama y tiene un  plan maravilloso”. Tenemos que comenzar  un diálogo a fondo sobre quién es Dios. Y tenemos  que decirle a la persona desde el principio ¡que puede costarle la vida (Mat. 16:24)!

2. Y luego de aquel comienzo equivocado, siguen preguntas exploradoras: “Sabes que eres pecador, ¿no?” Eso sería como si, cuando mamá se estaba muriendo de cáncer hace unos años, el médico hubiera entrado y dicho: “Eh, señora, sabe que tiene cáncer, ¿no?” Tratamos el tema con demasiada superficialidad. No tiene peso ni solemnidad.

En  cambio  tenemos  que  decirles:  “Señor,  sufre  usted  de  un  mal  mortal  y será juzgado por él”. Porque si meramente  decimos: “Señor, usted sabe que es pecador, ¿no?” no llevaremos a ninguna  convicción. Si le preguntamos  al diablo si sabe que es pecador, responderá: “Pues sí, lo soy. Y uno muy bueno o muy malo, dependiendo del punto  de vista. Pero sí, yo sé que soy pecador”.

La pregunta  no es: “¿Sabes que eres pecador?” La pregunta  es: “¿Está obrando  el Espíritu  Santo  en tu  corazón  por la predicación  del evangelio de tal manera  que ha causado un  cambio por lo que ahora  aborreces  el pecado que antes  amabas, y ahora huyes  del pecado que  antes  querías  cometer  como  si te  estuvieras  escapando  de un dragón?”

1.Hoy la gente también pregunta: “¿Quieres ir al cielo?” Esta es la razón por la que no dejo que mis hijos vayan al 98% de las Escuelas Dominicales y Escuelas Bíblicas de Vacaciones en las  iglesias  evangélicas:  una  persona  bien  intencionada,   después  de mostrar   la  película Jesús,  se  pone  de  pie  y  dice:  “¿No es  Jesús  maravilloso?  “Sí” responden los niños.

“Niñitos, ¿cuántos de ustedes aman a Jesús?” “Yo, yo”.

“¿Quién quiere que Jesús venga a su corazoncito?” “Yo quiero, yo quiero”.

Y después de esto se bautizan. Y pueden andar como cristianos por un tiempo porque les han enseñado bien. Se están criando en una especie de cultura  cristiana,  bueno, al menos en una cultura de iglesia. Pero cuando llegan a los 15 o 16 años, cuando ya están formando sus  propios  criterios,  empiezan  a romper  los lazos. Comienzan  a vivir en iniquidad.  Y  entonces  los  reprendemos   diciendo:  “Ustedes son  cristianos,  no  están viviendo como si lo fueran. ¡Ya basta de hacer lo que no deben!”

En  lugar  de esto,  debemos  acercarnos  a ellos bíblicamente  y decir: “Hiciste una confesión de fe en Cristo. Lo profesaste aun en el bautismo, pero ahora parece que te has apartado de él. Examínate. Pruébate. ¡Hay poca evidencia en ti de una verdadera conversión!”

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Y después de la universidad, cuando tienen  24 o 25, o quizá 30 años, regresan  a la iglesia y vuelven a dedicar su vida al Señor. Se acomodan bien a la pseudo moralidad cristiana que cunde en el “iglesierismo” de la actualidad. En el Día Final, escuchan esto: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mat. 7:23).

Ustedes dirán: “Hermano, está usted tan enojado”. ¿Acaso no tengo derecho a estarlo? Alguien  tiene   que   clamar   pidiendo   un   avivamiento.  Todavía  ni   siquiera   hemos enderezado  los fundamentos. ¡Oh, que viniera un  avivamiento y los enderezara!   Pero mientras  tenemos los ojos abiertos, los oídos atentos y la Biblia en nuestras  manos, ¿no nos corresponde corregir estos errores relacionados con la invitación evangelística?

Otra pregunta  común  que hacemos es: “¿Quieres ir al cielo?” Mis queridos amigos, todos quieren  ir al cielo, ¡pero no necesariamente  quieren  que esté  Dios allí cuando lleguen! La pregunta  no debe ser: “¿Quieres ir al cielo?” Lo que debemos preguntar  es: “¿Quieres a Dios? ¿Has dejado de aborrecer a Dios? ¿Ha llegado Cristo a ser precioso para ti? ¿Lo anhelas?”

A  menudo,  para  conseguir  que  alguien  ore la oración  del pecador,  le preguntan: “¿Quieres ir al cielo?” “Pues, sí”, es la respuesta. “Bueno entonces, ¿te gustaría orar para pedirle a Jesús que venga a tu  corazón?” Ahora bien, amigos míos, hay gente  que se convierte usando esa metodología, pero no es por ella. ¡Es a pesar de ella!

En  cambio,  tenemos  que  estar  preguntando:  “Amigo,  ¿anhelas  a Cristo? ¿Tienes conciencia de tu pecado?”

“Sí, sí, la tengo”.

“Entonces observemos algunos pasajes bíblicos que nos explican qué es el arrepentimiento,  siendo  el  Espíritu  testigo  de  que  esto  está  sucediendo  en  tu  vida.

¿Comprendes lo destrozado que estás? ¿Ves la desintegración  de todo lo que pensabas, y que  ahora  tu  mente  está  llena  de pensamientos  nuevos  acerca  de Dios y de nuevos anhelos y nueva esperanza?”

“Sí, lo veo”.

“Amigo,  quizá sean estos los primeros  frutos  del arrepentimiento. Ahora,  acude a Cristo. Confía en él. ¡Confía en él!”

Presten  atención.  Ustedes tienen  la autoridad  de compartir  el evangelio. Tienen la autoridad de contarles a los hombres cómo ser salvos y tienen la autoridad de enseñarles los principios bíblicos de la seguridad del creyente. Pero no tienen la autoridad de decirle a nadie que es salvo. ¡Esa es la obra del Espíritu Santo de Dios!

Pero en lugar  de tener  esto en cuenta,  se le hace pasar al interesado  por aquella cosita: “¿Le pediste a Jesús que viniera a tu corazón?”

“Sí”, es la respuesta.

“¿Te parece que fuiste sincero?” “Sí”.

“¿Crees que Cristo te salvó?” “No sé”.

“Por supuesto que te salvó porque fuiste sincero y él ha prometido que si le pides que te salve, te salva. Así que eres salvo”.

Y con esto, la persona sale de la iglesia después de cinco minutos  de consejería, y mientras  el evangelista se va a comer  tranquilo,  aquella persona  sigue perdida. ¡Está perdida!

Esa fue una invitación sin fundamento bíblico. Y si alguna vez la persona duda de su salvación, vuelven a hacer  lo mismo.  Le preguntan:  “¿Hubo un  momento  en tu  vida cuando oraste y le pediste a Cristo que te salvara?”

“Sí”.

“¿Fuiste sincero?” “Creo que sí”.

“Entonces esto ahora se debe a que el diablo te está molestando”.

Y si la persona vive sin crecer, aun en el contexto de una iglesia sin crecimiento y en continua carnalidad, no importa. Le echamos la culpa a la falta de discipulado personal, y se lo adjudicamos a la doctrina del “cristiano carnal”.

El mito del “cristiano carnal”

¡La doctrina  del cristiano  carnal  ha destruido  más vidas y enviado a más gente  al infierno de lo que podemos imaginar! ¿Lidian los cristianos con el pecado? Sí. ¿Puede el cristiano caer en pecado? Por supuesto que sí. ¿Puede el cristiano vivir en un estado de carnalidad  continuo,  todos los días de su vida, sin llevar fruto, y ser verdaderamente cristiano?   ¡Por  supuesto   que  no!  De  lo  contrario,   cada  promesa   en  el  Antiguo Testamento  que tiene que ver con el pacto de preservación en el Nuevo Testamento ha fracasado,  ¡y todo lo que Dios dijo de la disciplina en la epístola a los Hebreos es mentira (Heb. 12:6)! “Cada árbol se conoce por su fruto” (Luc. 6:44).

He visto predicadores que saben mucho de las cosas de Dios, pero cuando se trata de una presentación cabal del evangelio, caen nuevamente en esta metodología que no tiene ningún fundamento bíblico.

Les voy a  contar  una  anécdota,  una  que  representa  uno  de  los  momentos  más preciados de mi vida como cristiano.

Estaba predicando en Canadá, apenas a 30 kilómetros  de Alaska. ¡En realidad había en  el pueblo  más  osos pardos  que  gente!  Era  una  pequeña  iglesia de unas  15 o 20 personas,  y yo me disponía a predicar.  Entonces,  justo  cuando  me puse de pie en el púlpito,  entró  un  hombre  enorme  y fornido, de unos  60 o 70 años.  Podía habernos ganado en una pelea a todos los presentes.  Y al estar predicando y observar su rostro, descarté todo lo que tenía planeado decir y empecé a predicar el evangelio. Aquel era el ser humano  más triste  que había visto en mi vida. Prediqué  solo el evangelio y más evangelio; cuando terminé, bajé del púlpito y caminé derecho hacia él.

Le pregunté:  “Señor, ¿qué le pasa? ¿Qué es lo que le está afligiendo el alma? Nunca en mi vida he visto a un hombre tan triste y desanimado”. Sacó un sobre grande donde tenía unas radiografías que yo no entendía. Pero él me dijo: “Recién vengo del doctor. Me voy a morir en tres semanas”. Y me contó: “He vivido toda mi vida en una hacienda de ganado. La única manera de llegar a la hacienda es en un hidroavión o a caballo por las montañas”. Agregó: “Nunca he ido a la iglesia, nunca he leído la Biblia. Creo que hay un Dios, y cierta  vez oí hablar  de alguien  llamado Jesús. Nunca en mi vida había tenido miedo… pero ahora estoy aterrorizado”.

“Señor, ¿comprendió usted el mensaje, el evangelio?”, le pregunté. “Sí”, respondió él.

Ahora bien, en ese momento,  ¿qué hubieran  dicho la mayoría de los predicadores? “Bueno, ¿quiere pedirle a Jesús que venga a su corazón?” es lo que hubieran dicho.

Yo le dije: “Señor, ¿lo comprendió?”

Él respondió: “Lo comprendí, pero, ¿eso es todo? Un niño podría haber comprendido eso. ¿Es eso todo, que si lo comprendo y oro, o…?”

“Señor, en tres  semanas  usted  morirá.  Yo tenía  que partir  mañana.  Cancelaré mi vuelo y nos quedaremos aquí con las Escrituras  luchando y clamando a Dios hasta que usted o se haya convertido o haya muerto yéndose al infierno”.

Y así fue que empezamos. Comencé en el Antiguo Testamento,  seguí con el Nuevo Testamento  y con cada versículo bíblico que tiene  que ver con las promesas  de Dios acerca de la redención  y salvación,  repitiéndolos  sin parar, leyendo Juan 3:16, orando por   un    rato,    clamando    a   Dios,   haciéndole   preguntas       relacionadas   con   el arrepentimiento,  relacionadas  con  la fe,  relacionadas  con  la seguridad  del  creyente, trabajando hasta que Cristo hiciera su obra en él.   Y al final, aunque agotados, no había pasado nada. Dije: “Amigo, oremos”. Y oramos.

Le dije: “Vuelva a leer Juan 3:16”.

“Lo hemos leído un millón de veces”.

“Lo sé, pero es una de las promesas más grandes de salvación. Vuelva a leerlo”.

Y nunca lo olvidaré. El hombre tenía mi Biblia sobre sus rodillas sosteniéndola con aquellas manos  enormes  y dijo: “OK. Porque  de tal manera  amó Dios al mundo,  que dio… ¡soy salvo, soy salvo! ¡Hermano, todos mis pecados han desaparecido! ¡Tengo vida eterna! ¡Soy salvo!”

“¿Cómo lo sabe?” le pregunté.

“Pero cómo, ¿acaso no ha leído usted este versículo?”

¿Qué estaba pasando? Un obrar del Espíritu de Dios, en lugar de esas triquiñuelas  de las  que  tantos  se valen. ¡Qué!  ¿Quieren  ustedes  irse  a comer?  ¡Qué!  ¿Creen que  la predicación  es  una  función,  después  de  la  cual  se  van  al  hotel?  No, después  de  le predicación es cuando comienza la obra. Es ocuparse de las almas. En cambio, la gente pasa al frente en las reuniones  para ser aconsejados por alguien  que no debiera estar aconsejando. Y después de cinco minutos,  le entregan  la oración del pecador por escrito para que la oren y una tarjeta para que la firmen. Y, rápido, le dan la tarjeta al pastor, y el pastor  dice: “Quiero presentarles  a un  nuevo  hijo  de Dios. Denle la bienvenida  a la familia de Dios”. ¡¡Cómo se atreven!!

Si van a presentarlo,  lo que corresponde decir es: “Esta noche este hombre hizo una profesión de fe en Jesucristo. Y por nuestro temor de Dios y nuestro amor por las almas, estaremos ahora trabajando con él para asegurarnos  de que Cristo realmente  ha obrado en él, de que realmente tiene una comprensión bíblica del arrepentimiento y la fe y gran seguridad y gozo en el Espíritu Santo. Eso es lo que vamos a hacer”.

¡Miren lo que hemos hecho en el cristianismo  moderno! Les ruego que observen lo que estamos haciendo, porque este no es ningún rito extraño. Somos nosotros de lo que estamos hablando. Les ruego: Basta. Por favor, ¡basta!

 NOTAS: 

23 becerro de oro – se refiere al becerro de oro construido por Aarón en el Monte Sinaí, lo que llevó a los hebreos rebeldes a rebelarse contra la orden de Dios (Éxo. 32:1-30).

24 carnal – de la carne, sensual, lo opuesto a la espiritualidad.

© Copyright 2015 Chapel  Library.  Impreso  en los EE.UU.  Se otorga permiso  expreso  para reproducir este material por cualquier medio, siempre  que 1) no se cobre más que un monto nominal por el costo de la duplicación, 2) se incluya esta nota de copyright  y todo el texto que aparece en esta página.

A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas  fueron tomadas  de la Santa Biblia, Reina-Valera  1960.


Un comentario en «10 cargos contra de la iglesia moderna – Paul Washer (5ta acusación)»
  1. Soy evangélica y me alegra su mensaje en verdad pastor que la forma que hoy tenemos de presentar el Evangelio es pésima y no bíblica gracias a Dios me gusta hablarles a las almas y estoy aprendiendo gracias. Dios les bendiga puedan hablar más acerca del evangelisno.

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