Esta semana comenzaré a publicar por partes el sermón del pastor Paul Washer titulado “DIEZ CARGOS contra la Iglesia moderna”, espero les sea de bendición y que la compartan en las redes sociales, en esta ocasión los dejo con el primer cargo contra la iglesia moderna:
Por: Paul Washer
1. El primer cargo: Una negación de la suficiencia de las Escrituras
“Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:15-17).
Para empezar, el primer cargo es: una negación de la suficiencia de las Escrituras en la práctica, especialmente en mi denominación. Desde hace varias décadas, se ha librado una batalla tremenda con respecto a la inspiración de las Escrituras. Sé que algunos de ustedes no han sido parte de esa batalla, pero muchos en denominaciones más liberales sí han vivido esta batalla relacionada con la Biblia.
Pero existe un problema. Cuando creemos como un pueblo que la Biblia es inspirada, hemos librado apenas mitad de la batalla, porque la pregunta no es meramente: “¿Es la Biblia inspirada?” O sea: ¿es inerrante? La pregunta más importante que hay que contestar después de esa es: ¿Es la Biblia suficiente, o tenemos que valernos de cada supuesta ciencia social y estudio cultural para saber cómo llevar adelante una iglesia? ¡Es es la pregunta más importante! Las ciencias sociales, en mi opinión, han adquirido más prioridad que la Palabra de Dios y de una manera que la mayoría ni siquiera lo notamos. Se ha ido introduciendo tanto en nuestra iglesia, nuestra evangelización y nuestra obra misionera que casi ni podemos llamar “cristiano” a lo que hacemos. La psicología, antropología y sociología han llegado a ser las influencias más poderosas en las iglesias.
Cuando estudiaba en el seminario hace algunos años, un profesor entró y empezó a dibujar pisadas en el pizarrón. Y cuando terminó de dibujarlas de un costado al otro del pizarrón, se volvió hacia nosotros y dijo solamente: “Aristóteles está caminando por los pasillos de esta institución. Cuidado, porque oigo sus pisadas con más claridad que las del Apóstol Pablo, del grupo de hombres inspirados que lo acompañaban y aun del Señor Jesucristo mismo”.
Hemos llegado a creer que el hombre de Dios puede resolver cuestiones intrascendentes en la vida de la iglesia; pero que cuando las cosas se ponen complicadas tenemos que recurrir a los expertos sociales. ¡Esta es pura mentira! Dice aquí que las Escrituras fueron dadas “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:17).
¿Qué tiene que ver Jerusalén con Roma? ¿Y qué tenemos que ver nosotros con todas estas ciencias sociales modernas que en realidad fueron creadas como una protesta contra la Palabra de Dios? ¿Y por qué es que la evangelización, las misiones y el supuesto “crecimiento de la iglesia” han tomado su forma más por las opiniones del antropólogo, el sociólogo y el estudiante de Wall Street que están al día con cada tendencia cultural? Toda actividad en nuestras iglesias tiene que basarse en la Palabra de Dios. Toda actividad misionera tiene que basarse en la Palabra de Dios.
Nuestra actividad misionera, nuestra actividad en la iglesia y todo lo que hacemos debiera surgir del teólogo y el exégeta ––del hombre que abre su Biblia y tiene una sola pregunta: ¿Cuál es tu voluntad, oh Dios? ¡No tenemos que enviar cuestionarios a gente carnal para descubrir a qué clase de iglesia debemos asistir! La iglesia debe ser cordial con el que busca la verdad, pero tiene que reconocer que hay solo uno que tiene toda la verdad. ¡Su nombre es Dios!— y si queremos ser cordiales con alguien, si queremos complacer a alguien, complazcamos a Dios y su gloria, aun si es rechazado por todos los demás. No somos llamados a construir imperios. No somos llamados a ser grandiosos. Somos llamados a glorificar a Dios. Y si queremos que la iglesia sea algo más que un pueblo propio, adquirido13 (Tito 2:14; 1 Ped. 2:9), estamos queriendo algo que Dios no quiere.
Quiero que presten atención a lo que dice Isaías en el capítulo ocho: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando” (Isa. 8:19a). Esta es una descripción perfecta de los gurús del crecimiento de la iglesia, porque cada dos o tres años cambian todas sus teorías principales, no solo de lo que es el hombre y cómo componerlo, sino de lo que es una iglesia y cómo hacerla crecer. Cada dos o tres años aparece otra “novedad” sobre cómo lograr que una iglesia llegue a ser extraordinaria a los ojos del mundo. Hace poco uno de los expertos en el crecimiento de la iglesia más reconocidos manifestó que había descubierto que todas sus teorías estaban equivocadas. Pero en lugar de procurar, de rodillas, quebrantado y llorando, que la gente se volviera a la Escrituras, ¡se fue a buscar otra teoría!
¡No dan un mensaje claro! Dice aquí en Isaías: “¿No consultará el pueblo a su Dios?
¿Consultará a los muertos por los vivos?” (Isa. 8:19b-20). ¿Debiéramos como clérigos, como predicadores, como pastores, como cristianos, salir y consultar a los muertos espiritualmente en nombre de aquellos a quienes el Espíritu Santo ha dado vida? ¡Por supuesto que no!
13 pueblo propio – un pueblo que es exclusivamente suyo.
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A menos que se indique de otra manera, las citas bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia, Reina-Valera 1960.
Estoy de acuerdo, muchos jóvenes teólogos, por creerse estudiados, desprecian a los escritores, transcriptores y las mismas escrituras, casi señalan que ellos son los mejores. VOLVAMOS A LA SOLA PALABRA DE DIOS.
Está bien, gracias.